La nueva edición de Operación Triunfo arrancaba el pasado mes de septiembre con un gran hándicap: el éxito. Llegaba tras la gran edición del año anterior y con la popularidad y el reconocimiento a los concursantes. Esto suponía una mayor presión y dificultad en la búsqueda por lograr nuevamente ser el fenómeno social. En la edición de 2017 el programa destacaba por su naturalidad, todo era fresco y novedoso. Las funciones de Roberto Leal y Noemi Galera permitían que el público se quedara enganchado a la pantalla y los concursantes eran uno más de la familia, traspasaban la pantalla porque eran como la gente de la calle. Lo que al salir de la academia lograron fue fruto de esos 4 meses encerrados.
Este precedente ha provocado un efecto similar al de Gran Hermano. Los concursantes llegaban con aíres de grandeza a la academia, sabiendo que podían repetir lo mismo que Amaia, Alfred y el resto de la tropa. No dejar más años entre edición y edición fue la primera causa grave que ha provocado el desgaste inmediato del formato. Digamos que este año la emisión del Canal 24 horas ha pasado de ser una academia de musica a la retransmisión del Gran Hermano, con personajes que pegarían más en el show de Telecinco que en un talent musical de la televisión pública.
La imagen de los protagonistas de este 'Show de Truman' musical es la de ellos tirados en la puerta de las habitaciones, la de esos macarras de clase que acaban siendo los más fáciles de domesticar. Si pusiéramos la cámara en una clase de la ESO nadie notaría la diferencia.
El casting de esta edición muestra a un grupo de jovenes que realmente dan más la sensación de vagos que de amantes de la música. El peligro de esta situación es que muchos de sus espectadores son adolescentes, que con su falta de personalidad intentan imitar a estas personas a las que toman como modelos de conducta. La falta de respeto que tienen hacía la persona encargada de abrir las habitaciones, Adriá, es reflejo de una sociedad en la que la buena educación parece no importar. Esto lo unico que provoca es que se boicoteen a ellos mismos, a su imagen en el programa pero también a su imagen en una futura carrera. Ellos, que se creen dioses del universo capaces de decidir lo que trasciende del bien y del mal, desconocen que para que su carrera avance deben tener seguidores, fans que consuma su producto. Sin cliente no hay vendedor.
Si Operación Triunfo 2019 no se emite, será responsabilidad de la prepotencia de los concursantes actuales, que desengancharan al espectador del programa.
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