Esa frase la pronunció Chicho Ibáñez Serrador. Una voz autorizada. Se la dijo a Emilio Pineda, por aquel entonces presentador de 'Está Pasando' en Telecinco. No fue posible, porque el programa había acabado unos años antes, pero esa afirmación da un prestigio y honor difícilmente imaginable. Anoche Emilio Pineda se despidió de él en 'Madrid Directo'.
Emilio y Chicho nunca trabajaron juntos. Solo coincidieron en aquella emotiva entrevista, en la que él le agradeció todo su trabajo. Tuvimos suerte. A Chicho se le pudo honrar en vida, algo que rara vez sucede con los genios. Todos los homenajes que se le hicieron fueron pocos, como pasa con aquellos que marcan la vida de uno.
Porque Chicho marcó la vida de muchos. Su cerebro supo atraer la atención y expectación de toda una generación de entusiastas televidentes, siempre dispuestos a emocionarse, a reír y a llorar con lo que él creaba. Todo lo que salía de él tenía una magia especial, capaz de inundarte.
Fue el padre del entretenimiento, y como siempre que un padre se va, su huella queda presente en las personas. Por eso cae las lagrimas de los ojos, cae las lagrimas de los ojos de la televisión, que ha perdido a un padre. Una perdida irreparable, que se fue demasiado pronto, como todos los genios. Por eso le llora. Las lagrimas de Emilio ayer son las lagrimas de un país. Hasta siempre Chicho.
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