El otro día publicaba en Twitter un amable comentario que me dejaban en el blog, en el que me llamaban ''ofendidito subnormal''. Un calificativo cariñoso al que muchos me hubieran aconsejado responder con otro insulto. Se trata de eso. De pelearse por ver quién la tiene más larga, la falta de respeto. En eso se ha convertido nuestro mundo, en un libre intercambio de insultos. ¿Cuántos se lanzarán por segundo?. Quién sabe.
Vivimos en el país que queremos. Una afirmación que nunca ha sido compartida por nadie. Por mi tampoco. En un país soñado, casi utópico, los insultos no monopolizarían nuestra vida. Vale de delante de utópico ya podemos quitar el ''casi''. Utópico. Con todas sus letras.
El insulto reside en Twitter, red social de comunicación que muchos pretenden convertir en el estercolero de vidas vacías. Reside en ese mundo imaginario, que se resiste al tacto de los dedos, pero que monopoliza las neuronas, a veces las pocas que van quedando, para mal. Pero reside también en la vía pública. En la calle encontramos peleas por doquier, ninguna de ellas frenada para siempre. Incluso insultos pronunciados con una intención cariñosa. Lo hacemos cinco minutos después de habernos quejado del uso de insultos. Yo también.
¿Dónde está el problema?. El problema parte del núcleo de que la vida se está viendo dominada por una permanente y creciente hostilidad. Hostilidad por política, hostilidad por el deporte, hostilidad por la música, hostilidad hasta casi por el color de la ropa. Nos estamos distanciando entre los humanos, estamos abriendo barreras que nos van a llevar a la soledad y la enemistad permanente.
Y a esto han contribuido los medios de comunicación. Los mismos medios que luego denuncian las consecuencias. Quien no se ha tragado, como buena basura que es, un debate en televisión en cadenas comerciales. Estamos hablando de 'Sálvame', el considerado como rey de la telebasura, pero también programas como 'La Sexta Noche', el mismo en el que una vez Alfonso Rojo llamó a la ahora alcaldesa de Barcelona Ada Colau ''gordita''. No volvió, pero la tertulia de La Sexta se siguió convirtiendo en un ring de boxeo, en el que la mesura no es bienvenida.
Pedimos respeto para todos. Constantemente. Respeto parece ser nuestra palabra favorita. Pero luego vemos como Jorge Javier Vázquez dice que a Carmen Borrego ''habría que darle hostias hasta en el cielo del paladar''. Respeto. Últimamente el respeto camina por la senda de la utopía, y el buen gusto está a punto de caer por el precipicio. Caerá. Enhorabuena.
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