Sigue dando vueltas en el imaginario colectivo, la investidura de Iñaki Gabilondo como Doctor Honoris Causa de la Universidad de Sevilla. En un acto en el que el periodista aprovechó para sentar catedra sobre el periodismo, con reflexiones bastante acertadas, su amor por la radio destaca de especial manera.
Gabilondo ha intentado centrar su discurso en la radio, medio que flotaba en el ambiente. Ya desde el inicio, encontramos esta idea básica. La radio como núcleo de su vida, la radio como protagonista. En nombre de ella se presentaba. Tiene el bagaje suficiente para hacerlo.
Ha reivindicado la radio, la conocida y la desconocida. Ha reivindicado aquella que se llevó premios, que estuvo en boca de todos, pero también aquella que desde el anonimato, desde el desconocimiento mayoritario hizo mucho para que todo cambiara.
En nombre de la radio, ha recordado con alegría que la televisión, con sus luces y brillos, nunca pudo, ni podrá con ella. La radio es voz, es magia, es sentimiento, es cálida. La radio es vida. Es la vida de Gabilondo, es la vida que hemos compartido con Iñaki.
Y echa un recuerdo atrás. Donde hoy todo es información, antes todo era campo. Recordaba, en la jornada previa a hoy, que una generación como la suya fue artífice del cambio de la radio cálida, de ficción, a una radio informativa, sin perder los ingredientes del éxito. Cuando en la radio la información era residual, gente como él ayudó a cambiarla.
Quizás hoy muchos desconozcan su labor. Quizás muchos consideren que su profesionalismo es cero, y que su trayectoria es nula por no sentarse a dar voces. Pero, aquellos que consideren eso, solo serán unos ignorantes en el sendero de la vida, personas incapaces de reconocer el talento. Y ese será el mal de la humanidad, la ignorancia. Y contra la ignorancia, Iñaki Gabilondo.
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