¿Quién no conoce a Rubén Darío? Su trayectoria como poeta de relevancia en la época modernista le sitúa como un protagonista de la poesía de Hispanoamérica, esa poesía que escribía con las manos para deleite del público. Pero los versos no eran la fuente de vida, el pan de cada día, para el nicaragüense, que tuvo en el periodismo su profesión, su día a día, su vida cotidiana.
En su trabajo como periodista tuvo la oportunidad de pasar tiempo en la decadente España de finales del siglo XIX, que perdía sus últimas colonias ante la mirada del relator, quién para el diario La Nación, uno de los diarios referencia de Argentina, que sigue en estos días actuales contando la vida. Ese relato objetivo o subjetivo, según el día, lo compaginaba con la labor oficial, la de embajador de su país en la capital española, nombrado por el entonces presidente Zelaya.
Su paso por la España ya del siglo XX no fue muy agradable para su autoestima, que cayó en el alcoholismo más profundo y que padeció numerosas crisis psicológicas. Corresponsal también en Paris, se dice que su verdadero sueño era ser corresponsal de guerra, pero nunca lo cumplió.
LA IMPORTANCIA DE LAS CRÓNICAS DE DARÍO
Según estudios un 50% de la obra de Rubén Darío está compuesta por sus crónicas para La Nación, donde junto a José Martí hicieron algo más que contar sino que también llevaron a los lectores a un mundo literario, en el que impregnaban al lector en un mundo escrito lleno de arte.
DARÍO Y SU DESPEDIDA AL DIRECTOR DE ''LA NACIÓN''
Días antes de morir en 1916, Rubén Darío envió al director de 'La Nación' Emilio Mitre la que sería su última carta. En ella se despide en un tono doloroso y triste, agradeciéndole a Mitre el envío del pago correspondiente y solicitaba el inicio del proceso de jubilación, que finalmente no se concretaría por su deceso pocos días después.
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