Despacito, pasito a pasito, suave, suavecito. Hemos vivido en 2018 con esa canción taladrándonos las neuronas. El despacito se ha convertido en un himno de los frívolo, y sin embargo su palabra clave sigue presente en 2019. Despacito ha empezado el año en Aragón TV, y no lo digo porque la canción sonara en la programación, sino que lo digo porque ha entrado por la puerta grande la 'slow-tv'. Un proyecto que nació en Noruega y que se ha expandido por buena parte de Europa. Un tren que cubría la ruta Zaragoza-Canfranc ha sido el primer visionado de este tipo en un prime-time de la cadena española. Un tren y una cámara. Solo eso. Nadie hablando, ningún rotulo, ninguna publicidad. Solo eso.
Sin embargo no es la primera experiencia de este tipo en nuestro país. Ya en 2015 la catalana BTV apostaba por programas de este tipo, con la emisión de la Línea 9 de metro, entre otros elementos de la vida. Aunque su emisión era en horarios de poca audiencia, un relleno hasta que los programas estrellas del canal hicieran acto de aparición.
Ahora Aragón TV se la ha jugado y lo ha situado en pleno prime time. Entre bailes y largometrajes, quién sintonizaba con la cadena aragonesa encontraba un remanso de paz, un oasis, como el que supone mirar por la ventanilla del tren e ir contemplando el paisaje. Porque eso fue 'El Viaje' durante sus cuatro horas de emisión. El simple hecho de mirar el paisaje. Solo eso.
Muchos dirán que era una perdida de tiempo, pero este programa esconde un objetivo clave en cualquier televisión pública: da a conocer el territorio para el que emite. Territorio en muchos casos inhóspito, sin los focos y el glamour de un set de rodaje, sin efectos especiales, pero con la autenticidad de lo que es Aragón. Un viaje a las entrañas de la comunidad, en la que el espectador no necesita nada más que sus sentidos para alcanzar la catarsis.
Es esta una emisión arriesgada, incomprendida por directivos de grandes cadenas, que se tirarían de los pelos si fueran ellos los que tuvieran que programarlo. Una incomprensión, que como toda incomprensión es capaz de traspasar las barreras de lo permitido, de lo normal, de lo lógico. Y lo hace, despacito.
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