Hoy hace dos años del momento que cambió la historia reciente de la politica de nuestro mundo. Donald Trump asumía tal día como hoy la presidencia de los Estados Unidos, y lo hacía siendo probablemente la persona más odiada antes de jurar ni siquiera el cargo. Llegó a la Casa Blanca con un estilo provocador, controvertido y con alopecia en la boca.
Donald Trump no se ha granjeado muchos amigos en el mundillo periodístico en estos años. Sus constantes ataques a la CNN, han conseguido darle vida a una cadena sin la fuerza de antaño.
Trump ha conseguido hacer lo que pensábamos que nunca veríamos en un presidente: gobernar a fuerza de tweet, esa herramienta de vomito diario en la que Trump marca su agenda, que no tiene porque ser la agenda oficial, del día y sus enemigos a batir, como si de un ring de boxeo se tratase.
No están entre esos enemigos la FOX News, su cadena preferida, que tiene como estrellas a amigos ilustres como Sean Hannity o los del matinal, con los que jugaba a las seis de la mañana a encender y apagar luces, para desesperación de sus asesores, incapaces de controlar a un niño encerrado en el cuerpo del presidente.
Trump es un fenómeno comunicativo en si mismo. Nadie es capaz de decir tanto sin abrir la boca, ni de llenar tantos minutos de televisión como él. Porque Trump es un personaje, y eso es lo que gusta en los canales de noticias estadounidenses, que dedican su prime-time a columnistas hablando de Trump y su gobierno durante una hora al día.
Trump es FOX, un matrimonio profesional y personal, con gente como Murdoch, Hannity o el ya fallecido Roger Ailes. Es un matrimonio peleándose por la custodia del niño con CNN, y es un matrimonio indiferente, una relación a distancia con el resto de cadenas, incluso con la NBC, que le aupó al estrellato televisivo con su reality.
Trump es la televisión estadounidense desde hace bastantes años, lo único es que ha pasado de ser portada en los programas del corazón a serlo en los de politica, que a veces también parecen del corazón.
Trump y la televisión son uno, fíjense que el día que mataron a Bin Landen, la CNN le estaba entrevistando antes de dar la noticia. Don Lemon charlaba via telefónica con él, antes de dar paso a la cobertura especial con Wolf Blitzer.
Trump es Trump, y eso gusta, genera odio o pasión, pero genera un sentimiento de necesidad de saber que pasa con él, y la televisión estadounidense lo sabe.
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