El día de antes de mañana, el día de hoy. Hoy. Domingo. Ya en septiembre de manera oficial, pero con agosto todavía en el colectivo imaginario. Es domingo, y mañana lunes. Mañana arranca, en la mayoría de lugares con altavoz propio, la nueva temporada, mañana comienzan unos y regresan otros.
Y hoy es el día de antes, el día de antes de que todo empiece. Mañana cambia todo, y hoy estamos esperando a que todo cambie. Es un día de nervios, de incertidumbre, de expectación. Mañana es el día, y hoy solo parece la recolección de unas horas en el calendario, horas que parecen ser un incordio, una molestia.
Y en ese día de antes, el día de mañana. El día en el que lo novedoso pasa a ser lo cotidiano, el día en el que el futuro es presente, el día en el que la nota de prensa, las palabras en las que nadie queda mal, se materializan en sentidos, en tacto, en olfato, en vista, en oído.
Mañana empiezan nuevas maneras de vivir, nuevos trabajos, nuevas funciones. Mañana es un día de estrenos, cargados en una nube de sensaciones, en un intento de no caer en la sobre-exposición emocional. Eso mañana, hoy es el día de antes.
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